lunes, 25 de agosto de 2008

La melodia de Carlos.

Estando Carlos en su ultimo semestre de antropología, se obsesiono por el estudio de las plantas psicotropicas; quería aprender todo sobre estas, pero no encontraba una persona seria, que pudiera suministrarle los datos necesarios para su tesis.
En una salida de campo que realizo en las afueras de la ciudad, conoció un indio llamado Eligio, con el que contrajo una excelente amistad, ya que este era la persona indicada para hablarle de las plantas alucinógenas. Luego de varios encuentros Eligio lo invito a una toma de Peyote, o de mescalito, como ellos lo llamaban.




Carlos asistió puntualmente al ritual, comió el higo y se sentó a esperar, observando los arboles de su alrededor. De repente las ramas del árbol empezaron a cambiar de sitio entre ellas, era como si ondularan, esta ondulación se fue transportando a todo su entorno, hasta que toda la montaña parecía palpitar. Carlos apreciaba este fenómeno con cierto temor, de repente empezó a escuchar una melodía que venia de algún lugar de su cabeza, era extraña y parecía que conjugara todos los elementos que estaba viendo en la montaña.





Al otro día Carlos despertó acostado en una sanja por la que pasaba un riachuelo, y Eligio otros indios lo observaban. Carlos contó su experiencia a Eligio, y este le explico que la melodía que había oído, le había sido enseñada por mescalito, y que lo acompañaria por el resto de su vida.

Carlos siguió su vida normalmente, pero con la sutil diferencia de que en todo momento estaba escuchando la melodía que había aprendido en su alucinación. Esta situación hizo que Carlos se volviera un poco antisocial y que pasara los días sumergido en su melodía. Con el tiempo se volvió insoportable quizo regresar donde Eligio, pero no encontró ni rastro de los indios con los que había compartido su experiencia, por mas que busco nadie sabia de que estaba hablando, creían que estaba loco, ya por esos lugares nunca había estado ningún indio.

Carlos se sintió desconcertado, y decidió iniciar la búsqueda de sus amigos indios, de una manera algo inusual; iba cantando su melodía, para tratar de recuperar la visión de la montaña palpitando y a sus amigos bailando en torno al fuego.




Hoy en día nadie sabe donde esta Carlos, lo único que dejo fue su melodía, repetitiva monótona.

1 comentario:

Amalia Restrepo Díaz dijo...

Las imagenes de este cuento ilustran de manera predecible lo que ocurre.